Psicóloga y Educadora Social
LOS TRASTORNOS IMPULSIVOS-COMPULSIVOS:
IMPULSIVIDAD Y COMPULSIVIDAD
La impulsividad y la compulsividad se proponen como endofenotipos (en el punto intermedio entre genotipo y fenotipo), concretamente síntomas relacionados con circuitos cerebrales específicos y que están presentes de forma transdiagnóstica como una dimensión de la psicopatología que traspasa numerosos trastornos psiquiátricos.
Impulsividad y compulsividad son comunes en toda una variedad de trastornos psiquiátricos.
La impulsividad
La impulsividad es la tendencia de actuar prematuramente sin previsión, acciones poco reflexionadas, prematuramente expresadas, innecesariamente arriesgadas, o inadecuadas para la situación y que suelen tener consecuencias no deseables; predisposición a respuestas rápidas, no planificadas, a estímulos internos y externos sin considerar las consecuencias negativas de esas reacciones hacia sí mismos o hacia terceros.
La impulsividad suele ser medida en dos ámbitos:
La impulsividad implica a un circuito cerebral centrado en:
Trastornos psiquiátricos implicados:
Más concretamente, la impulsividad se define como:
Menos científicamente: la falta de voluntad para no caer en tentaciones
La compulsividad
La compulsividad se define como acciones repetitivas inadecuadas para la situación que persisten, que no tienen relación evidente con el objetivo general y que a menudo dan lugar a no deseables; conducta que resulta en una perseverancia de respuesta ante consecuencias adversas; perseverancia de respuesta ante respuestas incorrectas en situaciones de elección o reinicio persistente de actos habituales.
La compulsividad se caracteriza por la incapacidad de adaptar la conducta tras un feedback negativo. Los hábitos son un tipo de compulsividad, y puede considerarse como respuestas desencadenadas por estímulos del entorno con independencia de la conveniencia actual de las consecuencias de esa respuesta. Los hábitos pueden considerarse respuestas condicionadas (como búsqueda de drogas, búsqueda de comida y juego) a un estímulo incondicionado (como estar con otras personas o en lugares o en contacto con objetos relacionados con drogas, comida o juego en el pasado) que han sido reforzados y consolidados por una experiencia pasada con recompensa (refuerzo positivo) o por una omisión de un evento aversivo (pérdida del refuerzo negativo que surge de la abstinencia o las ansias por el consumo). Mientras que la conducta orientada a un objetivo viene mediada por el conocimiento y el deseo de las consecuencias, por el contrario, los hábitos son controlados por estímulos externos a través de asociaciones estímulo-respuesta que quedan impresas en los circuitos del cerebro a través de la repetición conductual y formadas tras una considerable formación, pueden se automáticamente desencadenados por estímulos y están definidos por su insensibilidad ante sus consecuencias.
Dado que las acciones orientadas a un objetivo son relativamente exigentes a nivel cognitivo, para las rutinas del día a día podría resultar adaptativo el confiar en hábitos que se pueden realizar con un mínimo estado de conciencia. Sin embargo, los hábitos también representan una perseverancia gravemente mal adaptativa de conductas.
La compulsividad hipotéticamente está centrada en un circuito cerebral diferente al de la impulsividad, concretamente:
Trastornos psiquiátricos implicados:
Las acciones impulsivas como el consumo de sustancias, juego y obesidad puede llegar a ser compulsivo debido a cambios neuroplásticos que implican al sistema de hábito dorsal y teóricamente causa impulsos en el circuito ventral que se desplazan al circuito dorsal.
De manera simplificada, la impulsividad y compulsividad son síntomas que ocurren cuando el cerebro tiene que hacer un gran esfuerzo para decir “no”. De hecho, estos dos constructos de síntomas quizá podrían se mejor diferenciados por el modo en que no logran controlar las respuestas:
Ambas son, por tanto, forma de inflexibilidad cognitiva.