Psicóloga y Educadora Social
¿QUÉ ES LA AGRESIÓN?
La Psicología Social entiende la agresión como un problema social que se produce en la interacción entre individuos y entre grupos, y que resulta de la influencia conjunta de las características personales de los implicados y de las condiciones sociales y situacionales en las que ese comportamiento tiene lugar.
La agresión se da en múltiples formas y contextos: bullying, mobbing, maltrado doméstico, bandas vionlentas, terrorismo, agresión institucional, ostracismo, pero también calumnias, “zancadillas” negación de ayuda...La lista es interminable.
El comportamiento agresivo es un aspecto del ser humano completamente normal, que existe porque tuvo un indudable valor adaptativo para la supervivencia de nuestra especie, igual que para la del resto de los animales. Sin embargo, a pesar de esa “normalidad”, es cierto que se trata de un aspecto que tiene consecuencias negativas y, en ocasiones, dramáticas para los implicados.
La definición más consensuada en Psicología Social es la de Baron y Richardson (1994):
Agresión es cualquier forma de conducta realizada con la intención de hacer daño a otra persona (o grupo) que quiere evitarlo.
La conducta agresiva se caracteriza como tal por la motivación que la impulsa (hacer daño a otro), no por sus consecuencias. Es decir, aunque el daño no llegue a producirse, si la acción se ha llevado a cabo con esa intensión, es un acto agresivo. Y, por el mismo razonamiento, si el que realiza la acción no tenía intención de hacer daño, aunque el resultado sea perjudicial para el otro, no se consideraría agresión.
Además de la intención de hacer daño, para que se trate de una agresión es necesario tener en cuenta el punto de vista de la víctima. Sólo si ésta quiere evitar dicha acción intencionada del otro hablaríamos de agresión. Esto excluye situaciones en las que el daño se produce con el consentimiento de la víctima (tratamientos médicos dolorosos, prácticas sexuales sadomasoquistas...)
¿Qué es la violencia?
El término violencia suele referirse a las formas más graves de agresión física o no física (violencia psicológica o emocional) que buscan controlar, castigar o incluso destruir a otras personas.
Todos los actos violentos son agresivos (si la víctima no los acepta), pero no toda conducta agresiva tiene por qué ser violenta)
¿Qué es la maldad?
Existen diferentes definiciones del concepto, pero los elementos esenciales de los actos de maldad son su carácter cruel y extremadamente dañino y el tratarse de acciones (u omisiones) injustificadas, al menos desde el punto de vista de la víctima.
La maldad siempre implica agresión, pero no toda agresión debe considerarse un acto de maldad.
Tipo de conducta | Descripción | Ejemplos |
Física | Con el cuerpo | Golpear o disparar a alguien |
Verbal | Con palabras | Gritar o insultar a alguien |
Psicológica | Daño a la autoestima | Humillar a alguien |
Relacional | Daño a las relaciones sociales | Extender rumores negativos sobre alguien a sus espaldas |
Directa | En contacto directo con la víctima | Dar un puñetazo a alguien |
Indirecta | Sin contacto directo con la víctima | Encargar a alguien que agreda a otro por nosotros |
Encubierta | El agresor oculta su identidad | Enviar anónimos amenazantes a alguien |
Acción | El agresor actúa infligiendo daño | Obligar a alguien a hacer algo por la fuerza |
Omisión | El agresor se niega a ayudar | Negarse a defender a alguien injustamente criticado |
¿Qué es la agresión relacional?
Se define como daño intencionado a las relaciones sociales de otra persona, a sus sentimientos de aceptación y de inclusión en un grupo (Crick y Grotpeter, 1995). Por ejemplo, extender rumores negativos sobre alguien a sus espaldas, retirarle la amistad si no se presta a hacer lo que queremos, excluirla de nuestro círculo de amistades, ignorarla, todo ello produce en la víctima el denominado “dolor social”, cuyos efectos han demostrado ser más duraderos y nocivos que el dolor físico (Chen, Williams, Fitness y Newton, 2008).
Diferencia entre agresión hostil y agresión instrumental
La agresión hostil se caracteriza por ir acompañada de una fuerte carga emocional, por ser impulsiva y por estar motivada fundamentalmente por el objetivo de hacer daño a otro. Es el tipo de agresión que se suele producir como reacción a una provocación. De ahí, que a veces se denomine “agresión reactiva”.
La agresión instrumental o proactiva, es fría, premeditada y no está motivada exclusivamente por el deseo de hacer daño (al menos no es el objetivo último), sino por otra meta diferente, como conseguir dinero o poder a costa de otras personas. En estos casos, la conducta agresiva no es más que un medio para conseguir un determinado fin, no es un fin en sí misma.
No obstante, algunos autores consideran que en realidad ambas conductas agresivas están muy relacionadas y los motivos muchas veces se mezclan (Bush-man y Anderson, 2001). Por ejemplo, una persona puede planificar de forma fría y calculadora una venganza contra alguien que previamente la ha provocado. O puede recurrir a la agresión para conseguir lo que quiere de forma tan habitual que acabe automatizando esa estrategia y poniéndola en marcha de forma impulsiva.
Referencias bibliográficas
Gaviriana, E., López, M., & I., C. (2013). Introducción a la psicología social. Madrid: Sanz y Torres.
Centro de Psicología María Jesús Suárez Duque
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La teoría de la frustración-agresión y las teorías de aprendizaje supusieron un gran avance, aunque mantenían una perspectiva bastante unilateral de la agresión. Según Berkowitz, agredimos porque un estímulo externo nos hace sentirnos mal y eso despierta nuestra tendencia a acabar con él. De acuerdo con Bandura, agredimos porque hemos aprendido que, haciéndolo, podemos conseguir lo que nos hemos propuesto. Ambas explicaciones se relacionan con la distinción entre agresión hostil y agresión instrumental. Aunque, en muchos casos es difícil determinar cuál de las dos motivaciones es la que está en la base de un acto agresivo concreto.
Modelo General de Agresión (Anderson y Brushman, 2002)
Este modelo presenta la ventaja de ser aplicable a cualquier tipo de conducta agresiva.
Constituye la integración de las aportaciones de otros modelos, y pretende tener en cuenta factores biológicos, ambientales, psicológicos y sociales para explicar cómo aparece un acto agresivo en una situación concreta y, también cómo se desarrolla ese tipo de comportamiento a lo largo del tiempo.
De acuerdo con este modelo, el punto de partida de una interacción agresiva reside en características personales del actor y en estímulos externos (como una provocación por parte de otro), que coinciden en una determinada situación y evocan en esa persona un conjunto de procesos internos interrelacionados (cogniciones, emociones y síntomas de activación).
Por ejemplo, alguien irascible necesitará una mínima provocación por parte de un extraño para entrar en un estado de cólera, caracterizado por pensamientos agresivos (“este tipo es imbécil”), sentimientos negativos (“me saca de quicio”) y síntomas corporales de activación (“noto que estoy acalorado”). Este estado interno a su vez da lugar a una evaluación rápida y automática de la situación (“el comportamiento de esa persona es intolerable”). Si el actor carece de tiempo, capacidad y/o motivación, actuará de forma impulsiva a partir de esa evaluación automática, con agresión o sin ella según sea el resultado de dicha evaluación. En caso contrario, tendrá lugar una fase de reevaluación más controlada y elaborada, en la que intervienen el razonamiento y los juicios morales, y que implica buscar distintas interpretaciones alternativas de la situación y lleva a la selección y ejecución de una respuesta conductual concreta. Dependiendo de esta reevaluación, la respuesta será agresiva (“lo ha hecho a propósito así es que me voy a vengar”) o no agresiva (“no tenía intención de perjudicarme, así que vamos a intentar calmarnos un poco”). Además, esa acción puede ser fría y calculadora o bien contener una fuerte carga emocional.
Como en toda interacción, la decisión conductual que tome el actor provocará una respuesta en la víctima, que marca el comienzo de un nuevo episodio. El proceso puede desembocar en una escalada de la agresión o en un descenso o desaparición de ésta, siempre en función de los dos implicados en la interacción.
Por otro lado, el modelo también contempla el desarrollo del comportamiento agresivo a lo largo del tiempo. Cada comportamiento agresivo es considerado como un ensayo de aprendizaje social en el que los esquemas (de personas, de situaciones, de acciones) adquiridos por observación o por propia experiencia y relacionados con la agresión se repiten, se refuerzan y se acaban automatizando.
Cuando más a menudo la persona realiza actos agresivos sin consecuencias negativas, o más se expone a la violencia de los medios o del ambiente, más baja su umbral para elegir ese tipo de actos en el futuro al relacionarse con los demás, más accesibles le resultan los guiones de ese tipo de situaciones y más rápidamente se activan sus cogniciones relacionadas con la agresión (creencias, expectativas sobre la hostilidad de los demás, por ejemplo).
Todos estos procesos combinados acaban afianzando la agresión en el repertorio conductual de la persona y haciendo que forme parte de su personalidad. Ese desarrollo de una personalidad agresiva afecta a las relaciones con los demás y al tipo de situaciones a las que se expone, constituyendo todo ello las variables instigadoras de un episodio concreto.
Referencia bibliográfica
Gaviriana, E., López, M., & I., C. (2013). Introducción a la psicología social. Madrid: Sanz y Torres.